El viejo

Las paredes del cuarto se hacían cada vez mas pequeñas, así como cada vez mas pequeña se hacia el alma de quien sabe lo que le aguarda. Al mirar su rostro de mármol gris al espejo, podía ver las grietas del pasado, su pasado, ni bueno ni malo, pero tan suyo como las marcas que le había dejado en el alma, marchita de amar, de perder, de soñar, de vivir, de creer que siempre tendría tiempo para volver a empezar, para ganar de nuevo, lo perdido. Sus ojos de cristal aun tenían el fulgor de sus años mozos y siempre que pensaba en ella las lagrimas volvía a asomarse y salían y salían hasta que luego el volvía a olvidarla. Volvía a perderla en la cotidianidad.
Con mucho esfuerzo aquella estatua agarra un cigarrillo, lo prende y aspira, tose y vuelve y la recuerda, libera el humo y vuelve y la olvida.
El cuarto en que vivía se añejaba junto con él cada año. Los días entraban por una ventana y salían por la otra. Esos días le rozaban las mejillas. Aquel día no fue tan diferente. Como de costumbre entre el recuerdo y el olvido, fumó más de lo que debía, lloró y sintió indiferencia al mismo tiempo, sintió amor y odio con la misma intensidad. Ese día añoró su abrazo.
Mientras apagaba el quinto cigarrillo del día, se decidió esta vez por salir a dar un paseo. Habían pasado ya algunos años desde la última vez que tuvo contacto alguno con la vida. Su promesa de no mirar atrás la cumplió a cabalidad, aunque le costara lo que le costara. Sus días enteros se reducían a las paredes de su cuarto y a algunos recuerdos.
Tomo su anacrónica chaqueta y calzo sus mejores zapatos y salió por la ciudad. Concentro su paseo en las caras, quizás buscando en cada una el rostro de ella, tanto tiempo sin verla y tan fresca en su memoria. Camino calle arriba y calle abajo, buscando sabe Dios qué. Sus pulmones se encogían, por cada cuesta, reducían su tamaño un milímetro, pero sus manos una vez mas hicieron el intento de agarrar la vida.
Encontró un espacio donde descansar y se sentó, quedaba frente al sol, lo prefirió más que permanecer en la sombra, quizás con la esperanza de que el sol pudiera secar las heridas.
De pronto sintió que alguien estaba a su lado y acariciaba su hombro con una mano firme. No fue necesario voltear para saber quien era. Ya lo sabia desde hace mucho tiempo, solo esperaba pacientemente.
Ya lo sé- le dijo.



4 comments:

Ariskelmys said...

Por lo menos no tuvo miedo cuando vino a buscarlo...

Alejandro Montero said...

Interesante Post...Me Gusto Mucho Tu Historia....Nos Seguimos Leyendo...Bye

GirlFromSantiago said...

Pao, you always get me... Esto me acordó a mi abuelo :(

Pao Cake said...

Ariskelmys: Nunca se debe tener miedo!
Remedios: Gracias por la visita!
GFS: I'm glad de siempre Get You!